Qué deberías saber antes de empezar a invertir

Empezar a invertir puede parecerte abrumador, pero no tiene por qué serlo. Ahondamos en los aspectos más importantes que debes tener en cuenta a la hora de planificar cómo invertir tu dinero.
12 min de lectura
¿Has decidido empezar a invertir, pero no sabes por dónde empezar? No pasa nada, todos hemos empezado así. Invertir puede ser una forma excelente de generar riqueza y ahorrar para las cosas que quieres. También puede resultar intimidante, sobre todo al principio. Abreviaturas complejas, terminología muy técnica... Hay mucho que aprender, así que no nos extraña que mucha gente se dé por vencida antes incluso de empezar.Lo cierto es que las decisiones de inversión son tan variadas como los propios inversores. Cuando te hayas familiarizado con los aspectos básicos, podrás decidir si invertir es algo que realmente te conviene y qué tipo de inversiones quieres hacer. En N26, queremos ayudarte a que las finanzas te empoderen, en lugar de estresarte. En este artículo, repasamos los tipos de inversión básicos, los enfoques de inversión y los tres principales factores que debes tener en cuenta cuando estés listo para dar empezar. ¡Vamos allá!

Entender la inversión

Invertir es complejo, por lo que es bueno que primero conozcas los distintos productos del mercado y los diferentes estilos de inversión. 

Tipos de inversiones

Puedes invertir en muchos tipos de activos, pero los siguientes son los más comunes.Acciones. Con las acciones, adquieres participaciones de una empresa. Si a la empresa le va bien, el valor de tus acciones sube y obtienes un beneficio si vendes tus acciones. Por el contrario, si no le va tan bien, el precio por acción bajará y puede que pierdas dinero. De ahí que las acciones sean una de las opciones de inversión más volátiles.  Bonos. Este tipo de inversión es una especie de préstamo que le haces a un gobierno o entidad a cambio de un beneficio fijo. Los bonos suelen considerarse de menor riesgo que las acciones.Fondos indexados. Un fondo indexado es una cartera de otros activos, como acciones y bonos. Tal y como indica su nombre, refleja el rendimiento de un índice concreto (una cesta de valores). Los fondos indexados cotizan una vez al día y el precio de sus acciones sube o baja en función del índice que reflejan. ETFs. Los ETFs, técnicamente, son un tipo de fondos indexados que cotizan en bolsa, es decir, que sus precios fluctúan a lo largo del día. Los ETFs pueden incluir una combinación de activos, ya sean acciones, bonos o materias primas. Tanto los fondos indexados como los ETFs se gestionan de forma pasiva, es decir, que siguen los altibajos de los valores que reflejan. Por ello, sus comisiones son más bajas que las de los fondos de gestión activa. Fondos mutuos de gestión activa. Se trata de otro tipo de inversión que incluye una colección de valores. Sin embargo, a diferencia de los fondos indexados y los ETFs, un fondo mutuo lo gestiona de forma activa un corredor de bolsa que realiza transacciones diarias basándose en su evaluación personal de las condiciones del mercado. Este tipo de inversión suele estar sujeto a comisiones más altas que un fondo de gestión pasiva, ya que el corredor se lleva un mayor porcentaje de los beneficios de tu cuenta para compensar el trabajo adicional que realiza. 

Pasiva o activa: los distintos estilos de inversión

A grandes rasgos, hay dos tipos de inversión: la activa y la pasiva. Estos enfoques distintos no los determinan los valores en los que inviertes, sino la frecuencia con que los compras y vendes. La inversión activa es un enfoque proactivo por el que se intenta vender cuando el mercado sube (a menudo, a muy corto plazo). El trading intradiario es un ejemplo de esta práctica. También puedes tener un gestor de cartera que realice la inversión activa en tu nombre. Por ejemplo, si compras una acción a 50 € y consigues venderla a 75 € en cuestión de días, estás realizando inversión activa.La inversión pasiva consiste en comprar activos y conservarlos a largo plazo, es decir, resistir la tentación de venderlos cuando el mercado sufre altibajos. Esta estrategia suele salir más rentable, ya que no abonas comisiones ni impuestos cada vez que compras y vendes.

Lo primero es lo primero: fijarse objetivos de inversión claros

Ahora que hemos visto los principales tipos y enfoques de inversión, pasemos a evaluar si la inversión encaja en la planificación de tus finanzas personales.Antes de ponerte manos a la obra, una de las cosas más importantes es fijarte unos objetivos. Puede que ya tengas un propósito claro para tu entrada al mundo de la inversión, o quizás simplemente quieres hacer que tu dinero crezca. Estos son algunos de los objetivos típicos de muchos inversores:
  • La jubilación. Es importante hacer planes para poder vivir cómodamente durante tu vejez y la inversión puede formar parte de ellos. La cantidad que debe invertirse en la jubilación depende de muchos factores, como tu edad, estilo de vida y el resto de fuentes de ingresos (p. ej., la seguridad social y otras pensiones públicas) a los que podrás recurrir.
  • Una compra importante. Puede tratarse de un objetivo a corto o largo plazo, como comprar un coche, pagar la entrada de una vivienda o un viaje grande, un coche o incluso una boda.
  • Generar riqueza. Muchos, simplemente, queremos que nuestro dinero crezca en lugar de tenerlo parado en una cuenta corriente. Invertir puede ser una buena herramienta para lograrlo. 
  • Ahorrar para tus hijos y nietos. Invertir puede ser una excelente forma de contribuir a garantizar el futuro de tus descendientes más jóvenes.
  • Generar ingresos. Puedes intentar generar ingresos de tus inversiones, sobre todo si estas generan dividendos. No obstante, esto puede resultar arriesgado y requerir una gran cantidad de dinero al principio. 
Independientemente de los motivos por los que decidas invertir, tener objetivos claros y realistas te motivará para avanzar hacia la meta y te dará una base para poder medir tu progreso. 

Los próximos pasos: tres preguntas que te ayudarán a definir tu plan de inversión

Una vez identificados tus objetivos, es hora de desarrollar un plan para alcanzarlos. Aquí tienes tres factores clave que deberás tener en cuenta: tu presupuesto, tus plazos y tu tolerancia al riesgo. 

¿Cuánto quieres invertir?

Una de las cosas más importantes a tener en cuenta es la cantidad de dinero que puedes permitirte para tus inversiones. Si ya tienes un importe fijo que deseas invertir, estupendo. Pero hay gente que prefiere hacer una inversión periódica (por ejemplo, un porcentaje de sus ingresos mensuales) con la esperanza de hacer crecer su cartera a lo largo del tiempo. Los expertos suelen recomendar que apartemos un 20 % del presupuesto para el ahorro, pero también sugieren que, cuanto más, mejor. Además, si empiezas a invertir a una edad avanzada o con la esperanza de jubilarte de forma anticipada, quizás te interesaría aportar más. Pero ojo, no inviertas todo tu dinero. Esto hay que tenerlo bien claro: la rentabilidad de las inversiones no está garantizada. Aunque puedes obtener beneficios considerables, también puedes perder parte o, en el peor de los casos, todo el dinero que has invertido. Por eso mismo, lo sensato es no invertir más de lo que estés dispuesto a perder, sobre todo el dinero que puedas necesitar en caso de verte en apuros. Antes de empezar a invertir, haz una evaluación de tu solvencia financiera para asegurarte de ir sobre seguro: 
  1. Elabora un presupuesto para saber cuánto puedes permitirte invertir y así no gastar por encima de tus posibilidades. Una pista: ¡tenemos herramientas muy útiles para esto en N26!
  2. Ten un fondo de emergencia en el que tengas ahorrados entre tres y seis meses de tus gastos habituales por si la vida te da alguna sorpresa desagradable.
  3. Amortiza las deudas con intereses altos. Los intereses pueden inflar tu deuda y acabar costándote mucho más a largo plazo.
  4. Guarda algo de dinero en una cuenta de ahorro remunerada o en un depósito a plazo fijo si quieres que tu dinero crezca de forma más segura. 

¿Cuáles son tus plazos?

A la hora de invertir, el tiempo es un factor importante. Tu plazo es el tiempo que tienes por delante antes de alcanzar el objetivo de tu inversión. Dependerá de varios factores, como las condiciones del mercado, los activos que poseas y tu tolerancia al riesgo. A diferencia de otros productos como la cuenta de ahorro remunerada, la rentabilidad de las inversiones nunca está garantizada. Sin embargo, dado que los mercados suelen subir a largo plazo, muchos asesores recomiendan un plazo más amplio para poder capear los temporales de inestabilidad de las bolsas. No obstante, si tus objetivos requieren un plazo más reducido (por ejemplo, porque te acercas a la edad de jubilación), muchos expertos recomiendan elegir inversiones de menor riesgo. La combinación de inversiones de alto riesgo y una presión elevada debido a los plazos pueden ponerte en una situación complicada si se produce una caída repentina de las bolsas.Otro aspecto a tener en cuenta es que, si lo que quieres es perseguir varios objetivos al mismo tiempo, lo más sensato es separarlos en objetivos a corto y largo plazo, cada uno con su propio límite temporal. Hay cosas, como la jubilación o la generación de riqueza, que requieren un plazo más amplio que financiar una boda o la compra de un coche.

¿Cuál es tu tolerancia y capacidad de riesgo?

No nos cansamos de insistir en esto: no hay ninguna inversión totalmente segura. Cualquier persona que invierte debe ser capaz de soportar una determinada volatilidad, pero el nivel de riesgo que cada persona puede tolerar dependerá de muchos factores, como su edad, sus ingresos, sus circunstancias personales e incluso su personalidad. Cuando hablamos de riesgo, hay que tener en cuenta dos términos distintos: la tolerancia al riesgo y la capacidad de riesgo. La capacidad de riesgo es el nivel de riesgo que te puedes permitir asumir o que tus circunstancias actuales permiten. Esta variará a lo largo de tu vida, a medida que tus ingresos, tu situación familiar y tu edad avancen. La tolerancia al riesgo, simplemente, es el nivel de riesgo que estás dispuesto a asumir personalmente. Más que nada, se trata de un rasgo de la personalidad. Insistimos: hay inversiones más arriesgadas que otras. Por ejemplo, una persona con mayor capacidad o tolerancia al riesgo puede poseer un gran número de acciones y muy pocos bonos. Este tipo de cartera generará una mayor rentabilidad a largo plazo, pero puede sufrir cuantiosas pérdidas a corto plazo Es más adecuada para alguien que tiene tiempo de sobra para esperar a que pasen las malas épocas. En cambio, una cartera con un 50 % de bonos y un 50 % de acciones generará una rentabilidad más estable, aunque no tan elevada. Si sabes que podrías necesitar dinero a corto plazo, una cartera con más aversión al riesgo puede ser lo más sensato. A medida que cumplas años y te aproximes a la jubilación, querrás aumentar el número de bonos y otras inversiones menos volátiles. Esto puede ayudarte a evitar pérdidas si la bolsa cae cuando vayas a jubilarte. 

Otras consideraciones: dos cosas (más) que debes tener en cuenta antes de empezar a invertir 

¿Quién gestiona tus inversiones?

Antes de empezar a invertir, necesitarás una cuenta de inversión con la que puedas comprar acciones, bonos, ETFs, etc. A veces, puedes abrir una cuenta de inversión en tu propio banco y administrar tus inversiones en un solo lugar. También puedes buscar un gestor de fondos que gestione tu cartera a cambio de una comisión. A la hora de elegir un servicio de inversión, echa un vistazo a sus tarifas: tanto las comisiones de compra como las de venta, así como el resto de comisiones que cobran. Quizás te parezcan bajas, pero pueden amontonarse si prevés realizar transacciones frecuentes. Además, las cuentas de inversión están sujetas a impuestos, así que tendrás que pagar impuestos sobre los ingresos de tus inversiones. 

¿A dónde va tu dinero?

Cuando inviertes en una empresa —ya sea comprando acciones o mediante un ETF diversificado, un fondo indexado o un fondo mutuo—, tu dinero ayuda a esa empresa a prosperar. Algunos inversores prefieren invertir únicamente en empresas con cuya misión están de acuerdo. Esto se conoce como «inversión ética».Si quieres saber qué hay en cada fondo, puedes ver adónde destina sus activos y decidir si te parece bien invertir en esas empresas. Algunos ETFs o fondos indexados te lo ponen más fácil. Por ejemplo, si te interesan las causas sociales, puedes buscar fondos de ISR (inversión socialmente responsable). Estos evitan sectores polémicos como las armas de fuego, el tabaco y el petróleo. Los fondos ASG priorizan inversiones en empresas sostenibles y no incluyen acciones relacionadas con el petróleo, el gas u otras entidades que dañan el medioambiente.  

Tu dinero en N26

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