Una mujer con flores en sus manos.

Empezar desde cero en los 30

Nunca es demasiado tarde para empezar a construir un futuro económico sólido. Descubre cómo una de nuestras copywriters se recuperó económicamente tras tocar fondo cuando acababa de cumplir 30 años.

7 min de lectura

Cuando cumplí 30 años mis finanzas eran un desastre. Casi no tenía ahorros en mi cuenta bancaria, no tenía ninguna red de seguridad financiera, obviamente tampoco tenía fondos de jubilación, pero sí una deuda estudiantil cada vez más alta. Sin embargo, cuando pensaba en la situación de muchos de mis amigos, yo no era la única. Pasé la época de mis 20 viviendo al día, pagando las facturas cuando cobraba, y no entendía cómo gestionar o plantearme mis finanzas. Básicamente, mi cuenta bancaria era como un sumidero gigante donde ponía mi dinero cada mes y no tenía ni idea adónde iba a parar.

Entonces, empezó la pandemia. Mi situación económica, que ya de por sí era grave, empeoró aún más y me vi obligada a hacer algunos cambios. Tres años más tarde, he conseguido librarme de esa horrible ansiedad financiera que marcó mis 20. Ahora, puedo mirar mi cuenta bancaria (incluso varias veces a la semana) sin tener una crisis existencial y por fin siento que tengo el control de mis finanzas. Esta es la historia de cómo cambié mi relación con el dinero y empecé a construir un futuro económico más sólido, teniendo unos 30 años y partiendo desde 0 €.

Disfruté los 20 como nadie, pero mis finanzas eran un desastre 

Nunca he sido ese tipo de persona con una vocación clara en la vida. Mientras que muchos de mis amigos se pasaron los 20 labrando una carrera profesional predecible y ascendiendo en ella, yo me pasé los míos pasando de trabajo sin experiencia a trabajo sin experiencia. Me gustaba la variedad de los puestos de trabajo y no estaba especialmente motivada por el dinero, así que llevaba muy bien este estilo de vida. Sin embargo, cuando mis amigos empezaron a alcanzar ciertos momentos de éxito tradicionales —como, por ejemplo, comprarse una casa—, y yo seguía pasando los meses alimentándome a base de pizza congelada, empecé a preguntarme si estaba haciendo algo mal.

Vivir el momento

En realidad, mi estilo de vida no tenía nada de malo, pero la forma en la que gestionaba mi dinero dejaba mucho que desear. Si miro hacia atrás en el tiempo, me doy cuenta de que la dificultad más grande a la que me enfrentaba es que no tenía ningún tipo de perspectiva de futuro para mí misma. Simplemente vivía el momento. Esto puede sonar como un ejercicio de mindfulness muy bueno, pero en realidad era una pesadilla económica. Cada vez que cobraba, la mitad de mi sueldo se esfumaba inmediatamente para pagar mis gastos esenciales, y el resto me lo gastaba en lo que se me pasaba por la cabeza. No tenía ni idea de adónde iba a parar mi dinero. En vez de tener el control de mis finanzas, ellas me controlaban a mí. Esto provocó que cada vez que miraba mi cuenta bancaria, me entrara una sensación de ansiedad.

No fallaba: a final de mes tenía la cuenta casi a cero y, con ella, un sentimiento de pánico que me estaba consumiendo cada vez más. Lo único que mejoraba los síntomas temporalmente era la llegada de mi próxima nómina. Ahora me doy cuenta de que esta sensación de pánico era un grito de ayuda de mi yo del futuro. Tal y como estaban las cosas, mi yo del futuro estaba fatal preparado económicamente para hacer frente a cualquier emergencia y para pagar las deudas que tenía. Tampoco trabajaba por conseguir ningún objetivo financiero que me satisficiera y, lo más probable, es que llegara a la vejez apañándomelas yo sola y sin ayuda. Siendo totalmente sincera, mi yo del futuro estaba de pena. 

Cuando toqué fondo económicamente

Cuando acababa de cumplir 30, empezó la pandemia del covid. Como tantísimas millones de personas, de repente estaba confinada en mi casa. En ese momento trabajaba como autónoma y estaba montada en la montaña rusa de tener unos ingresos impredecibles. Además, seguía evitando mirar qué tal iban mis finanzas. Era alérgica a mi cuenta bancaria. En un mes perdí a todos mis clientes y, como consecuencia, todos mis ingresos. Para mí, que solo tenía 20 € en la cuenta para sobrevivir a esta mala racha, esto supuso un desastre económico de los pies a la cabeza. 

Durante los siguientes seis meses, estuve viviendo de ayudas del gobierno, del dinero prestado de un par de amigos generosos y del superchute de adrenalina que me llevó a solicitar cualquier puesto de trabajo que veía. Por suerte, conseguí trabajo en una startup para una posición totalmente en remoto y con un salario fijo y estable. Cuando recibí el dinero de mi primera nómina en la cuenta, sentí un alivio tan grande que me hizo darme cuenta de varias cosas:

  1. No podía seguir viviendo con miedo a mis finanzas
  2. No podía seguir ignorando las necesidades y objetivos de mi yo del futuro
  3. No podía seguir negando que me había pasado la última década en un estado de ansiedad económica permanente 

Empezar desde cero 

Cuando casi ya había superado esta crisis personal y económica, mi primera prioridad era devolver el dinero a aquellos amigos que habían sido tan generosos y me habían hecho un préstamo en esos momentos tan difíciles. Cuando recibí la primera nómina, calculé cuánto necesitaba más o menos para pagar mis gastos básicos (o sea, el alquiler, las facturas y la comida), y cuánto dinero podía ahorrar cada mes. En ese momento no lo sabía, pero estaba haciendo mi primer presupuesto

Parece una cosa bastante obvia y sencilla, pero conseguir tener una idea del dinero que me gastaba mensualmente fue revelador. Por primera vez, era capaz de mirar mi cuenta bancaria y empezar a entender mis finanzas. Desde ese momento, empecé a cuestionar mis tendencias de gasto más comunes y comencé a hacer algunos cambios para poder ahorrar más dinero cada mes. Esto supuso un punto de inflexión, ya que, aunque seguía debiendo mucho dinero a mis amigos, por fin empecé a sentir que tenía el control de mi dinero, y no al revés.

La técnica económica de la bola de nieve

Cuando empecé a sentir que tenía más control sobre mis finanzas, fue más fácil ver mi dinero como una herramienta útil y no como un amigo tóxico y del que no te puedes fiar. Conseguí adquirir un hábito de ahorro regular, poco a poco devolví el dinero a mis amigos y empecé a pensar más seriamente en mis necesidades económicas de cara al futuro. Como es lógico, mi primer objetivo fue ahorrar para un fondo de emergencia. Cada mes apartaba un poco de dinero y lo metía en este fondo hasta que llegué a mi objetivo. Así, también descubrí que vivía mucho más tranquila sabiendo que estaba mejor preparada para el futuro. Cuando por fin tuve este colchón financiero, empecé a entender la sensación de seguridad que da tener dinero ahorrado.

A partir de ese momento, hacer frente a objetivos económicos mayores que antes me parecían imposibles —como pagar mi deuda estudiantil y ahorrar para la jubilación—, me empezaron a parecer posibles. Para mí, estas fueron las claves para pasar de 0 € a conseguir la seguridad económica:

  • Empaparme de conocimiento para ser capaz de cambiar el curso de la historia y pasar de «estar a la merced de mi cuenta bancaria » a «tengo el control de mis finanzas».
  • De repente, me sentí empoderada, y fui capaz de aprovechar este sentimiento para adquirir nuevos hábitos financieros.
  • Descubrí que estos hábitos me hacían tener una sensación de seguridad financiera, algo que nunca había tenido hasta entonces. 

Desde esta posición de seguridad, estaba lista para enfrentarme a aquellos objetivos económicos mayores que había estado evitando hasta entonces. El dinero había pasado de ser una fuente de ansiedad a una puerta hacia una vida más tranquila y estable. Una vez conseguí cubrir mis necesidades básicas, empecé a ahorrar dinero para metas más divertidas, como irme de vacaciones, vivir nuevas experiencias y comprar material para nuevos hobbies. Esto hizo que ahorrar fuera incluso más fácil.


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Por Ellen Bowden

Redactor colaborador de N26

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