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Las tarjetas de crédito en Europa

Desde normativas hasta temas de privacidad: analizamos de cerca por qué las tarjetas de crédito son un tabú en Europa.

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Desde que se inventó el dinero, la gente ha encontrado formas de pedirlo prestado. En la antigüedad, lo más normal era pedírselo a familiares o vecinos. Hoy en día, los sistemas bancarios modernos y la tecnología han traído consigo nuevas formas para que los préstamos sean ágiles y sencillos. Aunque no tengas una hipoteca o estés pagando el coche, puede que tengas una de las formas más comunes de pedir dinero prestado: una tarjeta de crédito. 

Las tarjetas de crédito se usan y se aceptan en todo el mundo. Su funcionamiento es muy simple: gastas dinero con la tarjeta y lo devuelves al banco más tarde. Puedes devolver el total del saldo mensualmente o dejar que la deuda se acumule y pagar intereses por ella. Las tarjetas de crédito conllevan ciertos riesgos, pero también tienen muchas ventajas. Si estás de viaje, es una forma fácil de pagar en varias divisas; también viene bien para hacer grandes compras o podría incluso mejorar tu perfil crediticio frente a bancos u oficinas de crédito. No obstante, mientras que en algunos países prácticamente sólo se paga con tarjeta, en otros apenas se usan las tarjetas de crédito. 

Por ejemplo, las tarjetas prepago y de débito son muy populares en países como Francia, pero las tarjetas de crédito son mucho menos comunes en Europa, a diferencia de en países como Canadá y Estados Unidos. Es curioso que, a pesar de su reputación de austeros, las estadísticas muestren que los europeos no sean tan reticentes a la deuda en otros ámbitos. Aun así, las tarjetas de crédito aún no han encontrado su lugar en estos países. Pero, ¿existe la posibilidad de que el uso de la tarjeta de crédito se generalice en algún momento?

Tener una tarjeta de crédito no es sinónimo de buena solvencia crediticia

El primer término que debes conocer es el de «crédito rotativo»; se trata de una línea de crédito que permanece abierta incluso cuando estás haciendo pagos con ella. En algunos países, hacer pagos con este tipo de crédito es fundamental para probar tu solvencia crediticia, es decir, para demostrar que eres capaz de pagar todas tus deudas a tiempo. Por ejemplo, en Estados Unidos, la solvencia se demuestra, en parte, teniendo y usando una tarjeta de crédito. Pagar las facturas de tu tarjeta regularmente es algo básico para muchas gestiones, desde alquilar un piso hasta conseguir un crédito con buenos intereses. Sin embargo, en Europa, la mayoría de países calcula la puntuación crediticia de otra forma o, directamente, no existe esta puntuación. Vamos a ver un par de ejemplos. 

En Alemania, en vez de ganarse la confianza de las oficinas de crédito, cada persona empieza teniendo una puntuación crediticia de 100 puntos. Si tienes alguna deuda sin pagar, la SCHUFA, o sea, la oficina de crédito del gobierno, te quita puntos. Esto significa que, en realidad, tener una tarjeta de American Express no tiene ninguna ventaja. De hecho, podría afectar negativamente a tu solvencia crediticia. Por su parte, España tiene un sistema completamente distinto centrado en la puntuación crediticia «negativa». La Central de Información de Riesgos del Banco de España realiza un seguimiento de todas las deudas pendientes y puede incluso poner a ciertas personas en su lista negra. Así, impide que estas personas consigan un crédito durante un periodo de hasta seis años. 

El planteamiento de Francia es, quizá, el más razonable, ya que se basa en la relación que cada usuario tiene con su banco. En este caso, consigues un préstamo o un nuevo crédito abriendo una cuenta bancaria y forjando así una relación a largo plazo con tu banco basada en la confianza. ¿Quieres cambiar de banco? Entonces, tendrás que empezar todo el proceso de nuevo, ya que por normativa los bancos no tienen permitido compartir la información de sus clientes entre ellos.  

Como ves, cada país tiene una forma distinta de comprobar la solvencia crediticia de los consumidores, pero solo muy pocas implican abrirse una línea de crédito. Esto nos lleva de nuevo a la pregunta: ¿es recomendable tener una tarjeta de crédito en Europa?  

¿Merece la pena tener una tarjeta de crédito?

Hay que reconocerlo, conseguir recompensas por gastar dinero suena muy muy bien. Si crees que es demasiado bueno para ser verdad, es porque aún no has descubierto el maravilloso mundo de los puntos de las tarjetas de crédito. Dependiendo de dónde vivas, con los puntos de la tarjeta y generosos bonos de bienvenida, podrás ganar de todo, desde vuelos gratis hasta tarjetas regalo y devoluciones en cashback. En los países en los que estas recompensas son comunes, se incentiva a los clientes a que se abran múltiples cuentas de crédito. 

Sin embargo, las recompensas de las tarjetas de crédito no son precisamente gratuitas. Estas se financian con las conocidas «comisiones de intercambio» que el negocio paga al banco emisor por procesar la tarjeta. Para que los bancos puedan seguir obteniendo beneficio de estas comisiones, se las pasan al cliente en forma de recompensas.

En Europa las normativas de la UE regulan la cantidad máxima de comisiones que los bancos pueden cobrar a los negocios. Esta misma ley también limita el importe de las recompensas que pueden ofrecer a sus clientes, que no puede ser superior a lo que cobran a cada negocio. Todo esto significa que los bancos no tienen mucho que ganar ofreciendo tarjetas de crédito a sus clientes. Y aunque las tarjetas de crédito pueden ser cómodas en el día a día, las pocas ventajas y recompensas tampoco son muy interesantes para los europeos. 

Los europeos prefieren pagar en efectivo para preservar su privacidad

El rechazo hacia las tarjetas de crédito en Europa podría deberse, simplemente, a que la gente prefiere pagar en efectivo. Un estudio reciente del Banco Central Europeo demuestra que el efectivo es el método de pago más común en los puntos de venta de la eurozona, ya que se usó en un 59 % de las transacciones. Además, un 95 % de los establecimientos acepta el pago en efectivo.  

En Alemania, tras la Segunda Guerra Mundial, el efectivo se concebía como una especie de ecualizador que establecía la igualdad de condiciones para quien no podía acceder a productos financieros más sofisticados. Y la tendencia sigue ahí. Según una encuesta del Banco Federal Alemán, el 58 % de todos los pagos en Alemania se realiza en efectivo, seguido por los pagos con tarjeta de débito. Cuando se preguntó a los encuestados por qué preferían el efectivo, un 55 % respondió que les gustaba el hecho de poder conservar su anonimato. 

La privacidad es importante. Para tener una tarjeta de crédito tienes que compartir tus datos con el banco emisor que, además, investigará tus antecedentes para saber si eres candidato a una línea de crédito o no. Por ejemplo, debido al historial de estricta vigilancia de los gobiernos de los países de la antigua Unión Soviética, los ciudadanos suelen ser más desconfiados a la hora de compartir sus datos. Hoy en día, este comportamiento también se extiende a compartir datos con empresas. 

En la esfera legislativa ocurre lo mismo. Esta preferencia cultural también se refleja en la estricta legislación que regula la protección de datos en Europa. En cierta medida, así es como la UE protege a los consumidores. Además, en 2022, el Parlamento Europeo propuso nuevas leyes para proteger al consumidor y evitar que este asuma demasiadas deudas. La propuesta incluye poner límites a la publicidad y dar más poder a los prestatarios para rescindir el contrato de préstamo.

Los europeos tienen deudas, pero no de la tarjeta de crédito

A pesar de las estrictas regulaciones, los europeos también tienden a acumular deudas, sólo que no con la tarjeta de crédito. En enero de 2023, la deuda de los hogares europeos representaba un 57,4 % del PIB. Dinamarca tiene los tipos más altos de toda Europa con un ingreso familiar disponible del 228 %, mientras que Eslovenia, Hungría y Polonia los más bajos. Los tipos de deuda más comunes son préstamos, hipotecas y créditos especiales. La tasa de prestatarios también está en aumento llegando al 63 % en Grecia, seguida de Polonia con un 41 % e Italia con un 40 %.

El dramático aumento del crédito al consumo afecta, sobre todo, a los más jóvenes. Aunque no están acumulando deudas en la tarjeta de crédito, muchos consumidores están usando los productos financieros de «compra ahora y paga después» para liberar efectivo y pagar a plazos. Así, en lugar de depender del crédito rotativo, los europeos se endeudan con crédito al consumo compra tras compra. Un estudio del Finance Watch sobre el mercado del crédito al consumo indica que estos productos crediticios se suelen usar para compras de menos de 200 € y, principalmente, lo usan personas con ingresos bajos. 

Este aumento del crédito al consumo podría deberse a una actitud cambiante frente a la deuda, pero también a la alta inflación y a la crisis del coste de la vida que está desestabilizando la sociedad cada vez más. Y si añadimos los altos números de desempleo, nos encontramos con una situación en la que a muchos consumidores no les queda más remedio que endeudarse. 

¿Llegará la moda de las tarjetas de crédito a Europa? 

A pesar de la negativa de los consumidores a usar crédito en lugar de efectivo, las cosas podrían estar cambiando en el continente. A raíz de la pandemia de la COVID-19 hemos vivido un enorme aumento de pagos con tarjeta en Europa, incluso para hacer compras pequeñas. Las tarjetas de crédito se usaron principalmente para hacer grandes compras y representaron el 10 % de la facturación en Alemania el año pasado. Tanto las tiendas físicas como las online aceptan más pagos con tarjeta que nunca. Y algunas cadenas de tiendas como IKEA ofrecen la posibilidad, incluso, de pagar con su propio crédito o con tarjetas de devolución.

No obstante, puede que el simple interés de los consumidores no sea suficiente para impulsar el cambio hacia una sociedad más favorable al uso de tarjetas. La mayoría de gobiernos, sobre todo los del sur de Europa, limitan la cantidad de intereses que el emisor puede cobrar al consumidor. Por otro lado, como sucede en Alemania, las tasas de interés de descubierto son más económicas, por lo que pedir dinero prestado al banco es bastante barato para los clientes, al menos por ahora. 

Entonces, ¿cuál es el futuro de las tarjetas de crédito en Europa? Hay dos factores que juegan un papel importante: productos financieros más orientados al cliente e informes de solvencia crediticia más tecnológicos. Si la demanda de estos dos aumenta, esto podría llevar a un incremento de la aceptación de las tarjetas de crédito y de su uso a largo plazo. En la UE hay un creciente interés por los pagos sin contacto, el crédito al consumo y los servicios bajo demanda, como las compras online y el ride sharing, por lo que las tarjetas de crédito podrían estar a punto de despegar. Pero no quemes aún todos tus billetes, ¡aún podría tardar un tiempo en llegar! 


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