Empleadas de N26.

N26 por el lenguaje inclusivo

Analizamos la lengua española desde un punto de vista lingüístico y te contamos qué hacemos nosotros para luchar contra el lenguaje sexista y fomentar la inclusión.

5 min de lectura

Hay quien piensa que la banca es todo cuestión de números y cifras, pero las palabras también juegan un gran papel. Sin entrar a trapo en la lingüística, vamos a establecer la premisa de que no es solo la lengua la que va cambiando según cambia la sociedad, sino que la sociedad también puede verse influenciada por cómo usamos la lengua; aunque sea en menor medida.

Por eso consideramos oportuno preocuparnos por ciertos aspectos del idioma español que podrían transmitir ideas anticuadas o perpetuar la discriminación hacia ciertos grupos.

¿Qué es el lenguaje sexista?

Hablamos de sexismo en el lenguaje (o «lenguaje sexista») cuando se habla y se escribe de tal manera que se devalúa a ciertos grupos, tratándose mayormente de las mujeres y las personas no binarias. Los ejemplos más comunes, o al menos los más denunciados, son: el uso del masculino singular de forma predeterminada para referirse a una persona cuyo género se desconoce, los masculinos genéricos para referirse a varias personas de género mixto, y el uso de términos masculinos para designar profesiones ejercidas por una mujer.

Este último es quizás el más evidente, pues resulta muy fácil justificar por qué se ha hablado así hasta ahora. Se trata de profesiones que se consideraban propias de los hombres, por la sencilla razón de que históricamente no se permitía a las mujeres estudiar ni desarrollar dichas profesiones (medicina, ingeniería, derecho, política, etc.). Tomemos el ejemplo de la carrera judicial: al haber estado legalmente prohibida a las mujeres hasta 1966, no se concebía a una mujer ejerciendo esta profesión y por lo tanto no existía un término que definiera el concepto. Cuando en 1972 aprobó las oposiciones a la judicatura la primera mujer de España, surgió un nuevo concepto para la sociedad de aquel entonces. A pesar de ello, se continuó usando el término juez en masculino con el determinante femenino (la juez); y el único argumento para ello es que «suena mal», lo cual nunca ha sido ni es un criterio lingüístico en sí.

La lógica evolutiva del lenguaje hace que aparezcan nuevos términos para definir los conceptos nuevos que van surgiendo a medida que la mujer se incorpora poco a poco en estos ámbitos laborales. No hay normas gramaticales al respecto que dicten si estos nuevos términos son válidos o no ni por qué, de modo que su aceptación depende del uso que les demos los hablantes. Es cuestión de seguir utilizando estos términos hasta que la mayoría de la gente los normalice, se acostumbre y los integre.

Cómo emplear el lenguaje inclusivo

El español es una lengua muy rica que se habla en veintiún países diferentes y nos ofrece un sinfín de posibilidades gramaticales y una amplísima variedad léxica a la hora de comunicarnos. Podríamos decir que quien no habla de manera inclusiva es porque no quiere. En nuestro idioma disponemos de varias técnicas de lenguaje inclusivo que nos permiten expresar lo que queremos sin necesidad de emplear un lenguaje sexista:

  • El desdoblamiento (también llamado «doble mención») consiste en mencionar expresamente el femenino y el masculino, aunque excluye a quienes se identifican como género no binario. Esta opción tal vez no sea la mejor porque actúa contra la lógica economizadora del lenguaje, ya que al duplicar muchas de las palabras (determinantes, nombres, adjetivos, etc.) se acaba aumentando notablemente el tiempo de lectura de un texto sin que le aporte mayor valor de contenido. Imagínate que te encuentras en el Metro una valla publicitaria de tu banco que dice: «N26 Business You – para los autónomos y las autónomas más viajeros y viajeras»; muy poco práctico, ¿verdad?
  • La @ o las letras «x» y «e» (compañer@, compañerx, compañere) se emplean cada vez con más frecuencia en un contexto semi artístico, como un recurso gráfico para expresar el concepto de inclusión de una manera visual. Pero a la hora de leer un texto nos encontramos con el gran inconveniente de pronunciar esas palabras y de concordar sus respectivos adjetivos, determinantes, etc.
  • Una buena técnica para estos casos es emplear nombres colectivos, que hacen referencia al conjunto de personas que forman parte de dicho colectivo (los profesores ⇒ el profesorado, los alumnos ⇒ el alumnado).

¿Qué hace N26 al respecto?

En N26 queremos aportar nuestro granito de arena en la lucha por la inclusión de todos los miembros de nuestra sociedad. Por eso estamos en proceso de adaptar el contenido de nuestra página web, emails y distintos canales de manera inclusiva. A continuación te mostramos algunos ejemplos reales de las técnicas que utilizamos en nuestras comunicaciones:

  • Reformulaciones: «¡Bienvenido/a a N26!» ⇒ «¡Ya eres de N26!». «Notificaciones en tiempo real para mantenerte informado/a de lo que pasa en tu cuenta» ⇒ «Notificaciones en tiempo real para mantenerte al tanto de lo que pasa en tu cuenta».
  • Sustantivos colectivos: «¡Tu amigo ya ha recibido su recompensa!» ⇒ «¡La persona que te invitó ya ha recibido su recompensa!».
  • Sustantivos epicenos: «Envía dinero al instante a un amigo de N26» ⇒ «Envía dinero al instante a más gente de N26».
  • Relativos: « la libertad de ser tú el que elija adónde quieres ir» ⇒ « la libertad de ser tú quien elija adónde quieres ir».

Entendemos la diversidad como una cualidad inherente de la naturaleza, pues nada es más natural que ser quien eres y comportarte libremente como lo sientas. El género binario es un concepto que se opone a esta idea al dividir al ser humano exclusivamente en dos géneros: femenino y masculino. Sin embargo, durante nuestro proceso de registro nos vemos obligados a preguntar el género ofreciendo solo las opciones binarias porque trabajamos con varios socios que exigen esta información a la hora de utilizar sus servicios, y por eso justificamos el porqué.

En N26 respetamos tu identidad de género. Sin embargo, solo puedes escoger una de estas dos opciones por razones reglamentarias.

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Por Rubén M. Haro

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