Impuesto rosa o por qué las mujeres pagan más que los hombres por los mismos productos

Las diferencias entre productos de hombres y mujeres no se basan solo en el color azul o rosa, también en el precio.
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Desde que nacemos somos conscientes de la diferencia entre los productos de niños y niñas, chicos y chicas, hombres y mujeres, y así sucesivamente mientras vamos creciendo. Es fácil de reconocer, azul para ellos y rosa para ellas. Esto no es nada nuevo, pero lo que probablemente pille a más de uno por sorpresa es que la diferencia no radica simplemente en el color, sino también en el precio. Cada vez salen a la luz más estudios internacionales que demuestran que las mujeres pagan más que los hombres por el mismo artículo. Esta afirmación, que a simple vista puede sonar a disparate, se hace muy evidente en los productos de higiene, cosmética y cuidado personal, y es conocida como impuesto o tasa rosa. Consiste ni más ni menos en una práctica comercial que grava con precios más elevados los productos dirigidos al público femenino. Es decir, que el precio de muchos productos no es el mismo en su versión femenina que en la masculina. Para comprobarlo no hace falta nada más que ir al supermercado y comparar los precios entre un mismo producto; por ejemplo, desodorantes para él y para ella. Este coste adicional en productos orientados a mujeres se basa, en la mayoría de ocasiones, en simplemente una diferenciación del color rosa. Estos artículos son funcionalmente idénticos, sirven para lo mismo, pertenecen a la misma categoría de producto y se usan para obtener idénticos resultados. El caso más famoso es el de las maquinillas de afeitar, que se ubican en el supermercado en lugares diferentes en base a si están orientados a mujeres o a hombres, y cuya posición nada aleatoria oculta, además, una diferencia de precio realmente sorprendente: según Facua, las cuchillas de depilar para mujeres son hasta un 171% más caras. Han sido muchos los grupos y colectivos de consumidores que han destacado este fenómeno a lo largo y ancho del planeta. En Estados Unidos, por ejemplo, un estudio reveló que una mujer puede llegar a gastar hasta 1 400 $ más que un hombre en un año debido a esta diferencia de precios injustificada. Esto ha dado lugar al concepto márketing de género, es decir, comunicaciones comerciales del mismo producto segmentadas en función del género de sus compradores. Según defiende Facua, esto contradice el artículo cinco de la Ley de Competencia Desleal, que contempla como «publicidad engañosa la presentación que induce o puede inducir a error a los destinatarios, siendo susceptibles de alterar su comportamiento económico, especialmente cuando se trata del modo de fijación de su precio». Además resalta que las empresas deben respetar el principio de igualdad que se recoge en la Ley para la Igualdad Efectiva de Mujeres. Aunque nos cueste creerlo, este fenómeno también aplica a la ropa, a los servicios de peluquería y estética e incluso a otros como las tintorerías, donde en ocasiones podemos encontrar precios diferentes dependiendo de si la prenda que queremos limpiar es de hombre o de mujer. En definitiva, una práctica se extiende cada vez más a otros sectores que segmentan deliberadamente sus compradores utilizando el márketing de género.

Y entonces, ¿qué es la tasa tampón?

Es el término que define la realidad social por la que tampones, salvaslips, compresas y otros productos relacionados con la higiene femenina durante la menstruación no están sujetos a la misma tasa impositiva que sí tienen otros productos considerados de necesidad básica. Sin ir más lejos, en España estos productos tienen un IVA del 10 % y no del 4 %, que es el IVA superreducido que se aplica a todos los productos de primera necesidad. Son muchos los gobiernos en todo el mundo que proponen reducir este impuesto o incluso eliminarlo, siguiendo el ejemplo de países como Irlanda, Kenia, Reino Unido, Australia, India o Canadá. Esta reivindicación viene de lejos y son muchos los estudios que ponen de manifiesto la discriminación económica a la que se ven sometidas las mujeres, quienes tienen que comprar productos para su ciclo menstrual durante al menos 30 años, ya que en total se calcula que una mujer pasa alrededor de 1 872 días de su vida con la regla. En el caso de Europa la situación es complicada, ya que la Unión Europea no permite productos sin tasas, por lo que el escenario ideal de eliminar el IVA por completo se presenta algo difícil.Lo que está claro es que no existen razones que justifiquen estos dos impuestos o tasas, no existe una respuesta razonable ante esta discriminación. Por eso desde N26 te invitamos a fijarte en estas variaciones de precios, a ver en qué manera te afectan y cómo puedes evitarlas. Porque nuestra decisión como consumidores es la mejor manifestación del posicionamiento que adoptamos antes estas situaciones y un claro reflejo del rechazo o aceptación con que las acogemos.

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